Están vendiendo a los comerciantes nuestro sistema público de salud.
Los sucesivos recortes de gasto público que ponen en peligro nuestra educación y la de nuestros hijos son un arma de manipulación de conciencias. Los de sanidad son asesinatos. Ya han costado vidas por falta de atención. Ya han costados el despido de investigadores que en algunos terrenos – como el cáncer y ciertas enfermedades raras – han sido pioneros en numerosas ocasiones. Todo eso se ha parado, ya no habrá pioneros españoles en ese terreno, porque se paran los laboratorios. Los enfermos tendrán que pagar medicamentos que antes se les suministraban gracias al esfuerzo de todos, a la solidaridad de una sociedad que, fuera cual fuera su forma de gobierno, entendía con orgullo que cuidar a sus enfermos, proteger a los débiles es un signo de la evolución humana. Que un enfermo de cáncer tenga que pagar de su salario sus tratamientos y su medicación supone un retroceso histórico para la conciencia de un país, un abandono de la civilización a la ley de la selva, una negación de siglos de evolución en los que el ser humano comprendió a través de la razón que no se puede regir por la ley del más fuerte porque eso conduce al exterminio de la mayoría de la humanidad. Pero hay gobernantes cuyos escrúpulos no existen, es más, parecen disfrutar con todo lo que represente la fuerza impuesta, la sangre derramada, la dominación y explotación del indefenso. Son los poolíticos que condenan a los enfermos y financian las escuelas de tauromaquia.