El mundo de pensamiento denso que todos conocemos, apegado a la materia y falta de conciencia de nuestra realidad espiritual (suplantada ésta históricamente por el control religioso), nos ha llevado a competir y dejarnos arrastrar por quienes han ejercido hasta ahora el control social. Este control, que ha cargado nuestras conciencias de culpa, impide aún a muchos apreciar el Cambio que se está produciendo, fuera del foco de nuestra atención, que precisa para hacerse consciente de nuestra colaboración, de sutilizar que diríamos nuestros pensamientos.
Este gran Cambio, que está dándose en la conciencia de muchas personas –muchas más de lo que parece si uno hace caso a los medios de comunicación–, nos va a llevar, no lo duden, a liberar por fin el enorme potencial (humano, que no animal solamente) que tenemos, a liberar nuestra inteligencia y alegría naturales, sometidas desde tiempos remotos por el denso y falso control del Sistema.
Sintonizar con el cambio, no sin dudas, miedos ni dificultades, supone cambiar nuestro modo de vida, simplificar, ser radicalmente honestos y sencillos, reconocer la sombra que cada uno arrastramos –producto de nuestro aprendizaje en esta vida–, y comprendiéndola, comprendiendo que no hemos sido angelitos, liberarnos de ella.
El cambio que se nos está planteando no es un cambio cualquiera (de estructuras, reformas, ni nada parecido), se trata de un Cambio a lo grande, desde lo denso y complejo a lo sutil y sencillo.

El espíritu de la vida, que nos hace poder experimentar procesos complejos de pensamiento, es el mismo que anima a otras entidades físicas, y la vibración de ese espíritu, esa energía, es más alta cuanto más evolucionados estamos.
Aparte del plano físico que experimentamos, y con el que muchos se identifican en exclusiva, existen otros planos de existencia, hasta siete, progresivamente más sutiles, que podemos experimentar durante nuestro proceso consciencial y evolutivo.
Tenemos necesidades de tipo “físico”, como la alimentación, el cobijo, etcétera, pero también tenemos necesidades mentales, emocionales y espirituales, como la necesidad de sentido, de comprensión de por qué y para qué estamos aquí.
La visión que ha primado en nuestras sociedades ha sido la de la división. Debíamos competir, se nos decía, por unos medios escasos, que adquiríamos en propiedad además, para disfrutar al máximo de «seguridad» y comodidad (que hemos comprobado no da la felicidad), marchándonos de este plano de existencia luego sin haber aprendido apenas nada.
Las otras realidades, distintas de la física, han sido desprestigiadas, ridiculizadas, lo que ha provocado no solo un freno en nuestro desarrollo como seres humanos completos, sino que ha representado, representa si no lo remediamos (que lo haremos), un peligro para la existencia de la raza humana en este Planeta. Sin consciencia, estamos condenados a destruirnos.
Es por ello que debemos empezar a cambiar las viejas pautas de pensamiento, y desarrollar nuevos métodos operativos de colaboración, en red, para poder aprovechar así todo el potencial imaginativo y talento que tenemos.
No vamos a dejar que, desde la opacidad y la avaricia, nos sigan marcando el paso. Vamos a trabajar como una red, consciente de lo que significa ser humano (unido en su esencia a otros seres), y no animal racional meramente explotador o «listo».

Es cuando menos injusto que permitamos reengancharse después de los 65 a personas que no trabajan, que realizan apenas algunas funciones simbólicas, que no aportan nada de nada al conjunto. Bueno sí, actúan de lastre, de rémora para que el resto de compañeros, que deben asumir su trabajo, se fogueen bien, aunque tengan que verse sobrecargados en su actividad asistencial en los Hospitales y Ambulatorios.
Con ello, además, dejan en la cuneta a gente joven, mejor preparada y dispuesta, con unas ganas que ellos hace muchos años ya perdieron.
Las leyes que existen, garantistas con este “derecho” –que no con otros, mucho más básicos– deben empezar a ser cuestionadas y a cambiar, a ponerse al servicio de las prioridades reales de la población. La sociedad debe sacudirse de esta y otras estupideces mayúsculas. Debe despertar y tomar cartas en el asunto.

Ante la difusión del miedo (la «cabeza» –nuestros condicionamientos–), entiendo que estamos en la necesidad de confiar y apostar por el «corazón». Un «corazón» que crece y se expande desde lo individual a lo comunitario.
El método a seguir, entiendo, no puede ser más de lo mismo (algunos ajustes que aplicará la Izquierda, según protocolo establecido por el BBVA, Santander, y otros «super-poderes» enloquecidos), sino que nos vamos a ver en la necesidad de elevarnos. Aunque nos de miedo (miedo que debemos aprender a aceptar y traspasar, viendo que es humo), y plantearnos una auténtica revolución, un cambio real de coordenadas, de paradigmas.
La red ciudadana, partido x, es un ejemplo distinto a lo actual, que no sé cómo resultará, pero es un principio. Lo fundamental de todas formas, entiendo, es no quedarnos esperando a que nos «sigan dando y organizando», sino empezar a dar y organizarnos nosotros. Desde lo simple, lo sencillo.

Los mangantes que controlan el flujo del dinero en las sociedades especulativas y cortoplacistas mercantiles modernas (dinero que, por cierto, en su ignorancia supina consideran su «riqueza») están quedando perfectamente retratados. La «caja tonta» no es ya, ni de lejos, lo que era.
Hasta ahora, la sociedad, ha venido confiando, por costumbre y miedo, en que quienes les han chuleado, les fueran a salvar. Algo así como la puta que espera misericordia del chulo maltratador, o la cebra que, ahogándose en el charco, elige al cocodrilo en vez de la tabla de salvación que le tiende un ser humano.
Con el permiso de los señores magnates, quisiera advertirles, por la presente, que a partir de ahora va a convenir a su salud empezar a disolver sus afanes estrujo-controladores, pues, en la nueva situación que está naciendo (colectivos cooperativistas que van afinado su puesta en marcha, redes ciudadanas que saltan ya a la arena política; como el partido X, por ejemplo), sin contar ya con ellos y sus postulados inamovibles, vamos a ir creando, paso a paso, un futuro radicalmente distinto, del que saldremos, en vez en trocitos y devorados por cocodrilos financieros, absolutamente renovados. Transformados no solo por dentro, sino también por fuera.
Sin otro particular…

Se habla mucho de “derecho a decidir”, pero que no nos engañen, lo que se está diciendo no es para que los ciudadanos seamos más libres, no, sino que persistamos esclavos. Con otros amos, sin duda, pero dependientes de las decisiones de los mismos poderes que han crecido con el viejo mundo, el viejo “Sistema».
La capacidad de decidir, que no el “derecho” que predican, es nuestra, no nos la puede hurtar nadie. Si somos conscientes de la manipulación, claro.
Un nuevo mundo y una nueva consciencia están emergiendo en la sociedad de nuestros días, y ésta es la razón por la que el viejo mundo se está derrumbando. No es al contrario, no nos equivoquemos.
Porque vamos ganando en consciencia, nos estamos alejando emocionalmente del viejo poder, reconociendo su manipulación y pujando, desde muchos ámbitos, para imaginar nuevas fórmulas de relación. Colaborativas, no competitivas.
El quid de la cuestión está en la transformación de los valores, de los pilares sobre los que asentarnos. Y esto empieza por cada uno en particular, no para conseguir que se nos conceda un derecho ficticio, sino por tomarlo, por cambiar desde dentro, por transformar nuestra mirada, por perder el miedo y darnos cuenta de que somos seres humanos, no animales, que, aunque distintos y con distintos dones, tienen una misma esencia. Que reconocen la abundancia de la Vida y dejan de acaparar y hozar sin levantar la cabeza del «barro». Que se dan cuenta de que, si siguen compitiendo dirigidos por los de siempre, se acabarán destruyendo.
Tú, con otros muchos, estás aquí para impedirlo. Un abrazo.

Nos sentimos a veces muy felices en-amor-a- dos con nuestra pareja, con amigos íntimos, con… Pero la auténtica felicidad, la dicha, no proviene de fuera, sino que brota de nosotros mismos, de nuestro interior; de lo que podríamos llamar, para distinguir del otro, como en-amor-a-uno.
En- amor-a-uno, creamos nuestra propia vida y somos capaces de desarrollar libremente nuestros dones, haciendo materialmente lo que nos apetece, lo que nos da la gana.
Para amar con mayúsculas y ser plenamente felices, debemos deshacer los viejos corsés (limitaciones mentales) de la conciencia ego-céntrica en que hemos crecido y empezar a vivir, re-crear, la nueva Conciencia de Unidad. Sintiéndonos interconectados, pero, a la vez, absolutamente libres. Porque solo así,en libertad, podemos extraer de nosotros y dar lo que Somos. Y dejar que luego la Vida recoloque el resto de sus piezas –que seguro lo hará–, confiando plenamente en Ella y en su Sabiduría.
Saber que no somos el ego débil y pecador que nos dijeron, sino plena Conciencia creadora, auténticamente poderosos cuando actuamos con decisión y precisamos nuestros sueños.
Somos semillas de la divinidad, el Todo en cada una de sus Partes, Seres divinos que están despertando a esa consciencia.

La cuántica (física de las partículas subatómicas) nos ratifica actualmente que el resultado de la expreimentación depende no solo del experimento en sí, sino, también –en contra de la visión clásica de la física–, y muy especialmente, del observador. De ahí nuestra capacidad de crear realidades físicas nuevas, de poder influir en el resultado, de actuar, real y físcamente, en nuestras creacciones.
Expresar en papel y de viva voz nuestros deseos de corazón, es el principio, la puerta, que da paso a ellos. Abrazos a todos y felices creaciones.

Los intereses creados (el Poder político financiero que diríamos) han vivido relativamente cómodos hasta el momento en el «Estado de Derecho». Un «Estado» que han defendido siempre como alternativa al anarquismo.
Anarquismo, en el inconsciente colectivo de la población, ha sido asociado a desorden, caos, cuando no al mismísimo diablo comunista o judeomasónico.
Contrariamente a esta creencia implantada en el inconsciente de muchas personas, el anarquismo –aunque esté de acuerdo en que existe un sector autoconsiderado anarquista envuelto en una enorme confusión– defiende la libertad responsable del ser humano, no sometida desde el exterior. Un ser humano que reconoce, en todos los casos, su interdependencia y responsabilidad con el grupo.
En el anarquismo, por tanto, la conciencia no emana del Poder, con su espíritu competitivo, sino que emana del individuo, del ser humano, que se suma a otras conciencias para procurar la máxima armonía social.
La conciencia del ser humano se eleva y estimula en él el espíritu de participación y colaboración.
El Poder, por contra, con vocación dictatorial, se he servido de la democracia para sus fines de dominación. Deberemos ser las personas, por ello, desde la consciencia, las responsables de recuperar la democracia de las redes de este Poder, para que pueda servir ésta a una sociedad más madura, libre y responsable.