Hemos vivido a lo grande, aunque, poco a poco, nos hemos ido encogiendo. En todos los órdenes además. Hemos crecido en comodidades, que nos han vuelto en general débiles e infelices. Hemos apostado también por continuas inversiones expansionistas, por las grandes superficies, por dar apoyo prioritario a las multinacionales, y todo ello bendecido por nuestras instituciones.
En defensa de las multinacionales, hay quien dice –y en esta situación parece de cajón– que sin ellas el trabajo se paraliza. Pero es evidente, también, que el hiper-consumo que llevamos, la inestabilidad laboral que promueve este sistema, el tipo de trabajo –con una presión creciente–, antes que tarde acabará con nuestra capacidad de adaptación psíquica. De hecho, el mercado laboral, además de la senectud, claro está, es el mayor generador de patología existente. En todos los sectores de edad además, pero llamativamente son los jóvenes los que cada día más se quejan de estrés y recurren a drogas y psicofármacos para sobrellevarlo.
Debemos empezar a educar, por ello, no para trabajar en el “mercado laboral”, sino para ser completos y felices.
La educación –cosa que algunos pioneros ya están iniciando—hay que reorientarla en ese sentido. También precisa reorientarse la Salud, para no tener que depender prácticamente en exclusiva de los medicamentos.
Aunque en esta sociedad se siga priorizando el crecimiento, y a lo grande, entiendo que debemos cambiar urgentemente el tempo, adaptarnos lo mejor posible al decrecimiento y no dejar de alimentar lo más pequeño, ese minúsculo –aunque de una enorme dimensión– ser humano. Donde, aunque nos hayamos olvidado, está el principio y la solución de todo.

CONCIENCIA PRESTADA O CEGUERA CONSENTIDA

Hace unos días en las paradas de Metro Bilbao se leía un anuncio de un centro de enseñanza del euskera (lengua que aprecio desde niño, no su utilización partidista) que rezaba: “Fabricando euskaldunes”. En ella ocupaba posición central un joven con mono de trabajo y, alrededor, se veía trabajar a varios operarios, uno golpeando su cabeza con martillo pilón, otro taladrando su sien y otros dos más trabajando sobre brazos y piernas.
A muchos no les parece raro esto que relato, pues nos hemos acostumbrado a esta semántica nacionalista (aquí no hago diferencias) y, paralelamente, hemos ido secando nuestro buen juicio, alejándonos de nosotros mismos, de nuestro propio sentir. Yo también en un momento anterior.
Han sido otros, por tanto, los que nos han “fabricado”, como expresa el anuncio (Freud a veces nos traiciona), han dictado nuestras creencias. De forma artificial y contaminadas de avaricia.
En esta nueva fase política, que requiere la participación de gente sincera y valiente, que no enjuicie a las personas, sino los hechos, y sepa perdonar, deberemos comprender y desterrar la manipulación en la que transitamos. Para ello es oportuno establecer un método coherente basado en la aportación en Red. Es prioritaria la colaboración de tod@s, según su grado de conocimiento (la Red Ciudadana es un modelo, mejorable probablemente), para facilitar la salida de este engaño y la recuperación de conciencia prestada (inconsciencia más bien). Una conciencia que indague en su verdadera fuente: uno mismo.

PRINCIPIOS BÁSICOS DE FUNCIONAMIENTO Y ORGANIZACIÓN

La mayor parte de nuestra vida la hemos centrado en luchar contra la injusticia, el abuso de poder o la violencia, y creo que es hora de cambiar de paradigma. Existe una ley que dice que “aquello contra lo que se combate se refuerza” o, dicho de otra manera, “aquello a lo que nos resistimos, persiste”.
Si tenemos esto en cuenta, centrarnos en destruir el sistema nos resta y nos divide, en vez de sumar. Resulta más sabio , por tanto, hacerlo en construir algo distinto que, entiendo, deberá sustentarse en lo siguiente:
1.- En la conciencia de que formamos parte de una comunidad inteligente, y que en ella debemos volcar todos y cada uno nuestra creatividad. Observar y aportar aquello que mejor podemos incrementa además nuestra felicidad.
2.- La nueva estructura no se establecerá desde la lucha de egos, sino que tendrá en cuenta la capacitación. El rango jerárquico –desde la humildad de sentirnos todos imperfectos– debe ser el la sabiduría de la experiencia y mejor capacitación. Cualquier otro aspecto, o el intento por aferrarse a posición de privilegio, será sospechosa y rechazada por principio.
3.- Debemos ser plenamente conscientes de que el talento está con nosotros, y que puede cambiar de bando para construir desde una nueva conciencia social en cualquier momento.
4.- Que es preciso concienciar y explicar a toda la sociedad que no podemos seguir creciendo como hasta ahora, so riesgo de destruirnos. Por esto, debemos reconocer cuales son nuestras necesidades básicas, y entender el enorme beneficio que supone la simplificación de nuestra vida. Y no solo para seguir existiendo en el Planeta, sino especialemente para nuestra propia felicidad.
5.- El empeoramiento de salud psíquica y física de la población a pesar de los avances existentes, tiene una clara relación con nuestras condiciones de vida, e incluyo aquí la forma de entender el trabajo, los progresivos desajustes familiares, así como el hedonismo y adocenamiento reinantes y el incremento de nuestra dependencia general.
Está claro que muchas cosas deben cambiar, y están empezando a hacerlo, y que la nueva conciencia política ciudadana debe centrarse en promover adecuadamente esos cambios, olvidándonos de guerrear por bobadas entre nosotros o contra el sistema, y dando abrigo así a una nueva manera de vivir que pueda crecer sin recurrir a la fuerza, en unidad y conciencia.

EL FIEL DE LA BALANZA

En su afán por mejorar el ser humano se apunta a cualquier “cosa”. Y más que en lo que “somos”, seres humanos con conciencia, nos hemos centrado en lo material, en esas “cosas” que nos facilitan liberarnos de algunas cuestiones onerosas de la vida pero que, llegados un punto, no nos ayudan a ser más felices, ni conscientes, sino que nos atan y esclavizan a eso que llamamos “progreso”.
La tecnología nos ha facilitado la vida, no cabe duda, pero no está haciendo más felices a muchos. Tampoco nos hemos vuelto más solidarios, ni somos más auténticos, ni hemos ganado en peso personal. Y no hablo de kilos, ya me entienden.
En esta carrera por avanzar hemos devenido en meros activistas. La inercia del vernos obligados a toda costa a hacer nos ha descentrado, difuminado, y hemos perdido muchos de vista eso que llamamos nuestro “ser”.
Un “ser” que se manifiesta sin necesidad de ser forzado, pues surge presto de dentro. Fluye que también se dice. Y ese “ser”, y no otra cosa, es lo que hemos venido a experimentar en esta vida tod@s, que no a volvernos al final locos para ser servidores de una loca carrera de progreso, que nos ha alejado de nuestras raíces humanas y del espíritu o fuerza interior que impulsa en la buena dirección nuestras vidas.
Recuperar ese “ser”, humano, es, diría yo, la meta principal en este momento histórico de derrumbe de los viejos paradigmas. Debemos cambiar el rumbo, sí, pero teniendo en cuenta que nuestra prioridad como seres humanos es “ser”.

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SALIENDONOS DEL PROGRAMA

No somos lo que pensamos ser, y reconocerlo no es cuestión baladí, ni de místicos chalados, sino fundamental si queremos aspirar a ser libres y salirnos del programa impuesto.
Mucha gente vive aún identificada con el ropaje exterior (religión, nacionalidad, condición social, etc…) y desconoce lo que es en esencia, sin ropajes, ese “ser” interior que cuando cesa el ruido le sugiere las soluciones adecuadas para encontrar paz y felicidad, que le anima a romper con sus cadenas mentales, que le habla no desde el miedo al otro, sino desde el amor, animándole a la colaboración entre semejantes.
Aquellos que nos gobiernan son, como dijo Jesús, “ciegos que guían a otros ciegos”, y creo que ya es momento de decir esto bien alto, para que puedan empezar a caer esas barreras ficticias que mantienen nuestra separación, y superar así los viejos paradigmas de Control.
A modo de apostilla, quiero comentar que tenemos un gravísimo problema de desintegración del núcleo familiar, y que ha sido el viejo poder, con su forma de entender al ser humano como mero útil de trabajo, el que nos ha llevado, y sigue empeorando más, esta situación.
Quiero decirles muy alto que para solucionar los problemas socio-sanitarios no insistan en el aumento de impuestos, ni en traer por estos pagos soluciones importadas de Finlandia, sino que cambien su programa mental o, si no, que dejen hacer a quienes ven la sociedad y a los seres humanos de una forma radicalmente distinta: sin barreras que los dividen y enfrentan, y que los hacen así mucho más fáciles de manipular.

El orden empieza por uno mismo, pero no es de orden interno del que quiero hablar hoy, sino del externo. O de la falta de él, más bien, y sus causas.

Hemos crecido pensando en la bondad de un supuesto control estatal en distintas facetas de nuestras vidas, y delegado en él cuestiones diversas de calado, como la salud, la educación, o el apoyo mutuo, por ejemplo.

Solo tenemos que echar un vistazo a los principios competitivos que inspiran el ideario social, a la prisa que lo mueve, a la búsqueda de falsa seguridad, superflua, con que nos bombardean, a la necesidad imparable de «seguir creciendo» con aportaciones de capital privado –aunque también público–, que vemos no pretende el equilibrio personal y social, sino, más bien, la pura estética y superficialidad materialista, el hedonismo y el dinero.

Pero esta “sociedad del bienestar” de pies de barro se nos empieza a desmoronar por los cuatro costados y, claro, la clase política se preocupa, a su manera, por ello. Aunque sus propuestas ya no valen, pues siguen ancladas en los viejos paradigmas.

Como no quieren destinar fondos a paliar –ni se preven esfuerzos a corregir las causas– el desajuste sociofamiliar existente, les ha dado por elaborar un programa de “coordinación socio-sanitaria”.

Y tras unas cuantas reuniones de la Dirección de Comarca con médic@s, enfermer@s y trabajador@s sociales, para el seguimiento de sus complejos protocolos elaborados, se ha llegado a la conclusión –todos o casi todos, en mi centro al menos– de que no aportan ni agilidad, ni eficacia alguna. Estaba cantado.

La Diputación de Bizkaia, por otra parte, que cuenta con fondos para la ayuda social , habrá que decir, “va por libre” (escuchado a trabajadoras sociales de otros organismos que se atreven a comentarlo en alto), entorpeciendo con ello la simplificación y coordinación de los servicios sociales. Esfuerzo éste en el que sería mejor centrarse, y no en marear a los sanitarios.

¿Hay que dejar que arda todo, o hay algo que podamos o debamos salvar de este sistema político-estatal corrupto?
¿Qué se conserva sano y no es necesario cambiar?
¿Cual es lo mejor, lo más puro, y puede servir de cuajo, de matriz, para ahorrarnos esfuerzos baldíos, o sufrimientos inncesarios?
Las preguntas se me agolpan, pero las respuestas son tímidas aún, temen las coitadas parecer muy inocentes.
La oscuridad (ignorancia) y su «nada», han crecido y dejado demasiada tierra quemada, por eso es tan necesario empezar a construir y proponer nuevas ideas –se habla de los nuevos paradigmas del conocimiento–, y que estos salgan a la luz, que se revelen sin filtros a una opinión pública anestesiada por el morbo y por tanta negatividad en la información.

Me viene a la memoria el libro de Michael Ende, «La Historia Interminable», donde ante el avance de la Nada y su destrucción, el valiente Atreyu escucha la voz de la Emperatriz de Fantasía y es capaz de rescatar y potenciar con su ingenio la luz escondida en la Torre de Marfil, en el mismo corazón de Fantasía.

La inmensa mayoría no somos conscientes de que los dramas que vivimos los generamos nosotros mismos, nuestro inconsciente en particular
Este inconsciente, se estima, controla el 90-95% de nuestro comportamiento, y sigue pautas aprendidas en su inmensa mayoría en los 6 primeros años de vida. En esos años fueron otros los que eligieron lo que era bueno o malo, lo que era apropiado para nosotros, lo que podíamos hacer o no. En estos primeros años, por tanto, se fijaron muchas de nuestras creencias y límites (no elegidos por nosotros), de nuestras reacciones. Esas que, tantas veces, nos siguen haciendo sufrir y que no vemos forma de corregir.

En vez de parapetarnos detrás de una posición de víctimas, y maldecir los problemas que nos surgen, o a las personas con las que topamos o chocamos, resulta más inteligente, atender al mensaje que llevan para nosotros. Para que nos miremos bien y podamos cambiar nuestras viejas creencias, nuestros límites, y podamos, poco a poco y sin culpabilidad, liberarnos y vivir una vida más feliz, sin tener que atender a nuestros pre-juicios, esos que, aún hoy en día, tanto nos siguen haciendo sufrir.

¿NECESITAMOS DE LAS RELIGIONES?

Los líderes religiosos, desde que tenemos uso de razón, nos han venido diciendo que nacimos en pecado y cargamos, como dicen, con el “pecado original”.
En vez de educarnos en el amor y la responsabilidad, en general, fuimos educados en el miedo y la culpa. Culpa que se ha extendido, y late, en el subconsciente de nuestras sociedades, y con la que resulta fácil, muy fácil controlarnos.
Los distintos ámbitos religiosos están salpicados, más que de seres despiertos y conscientes, de “seguidores”, de gente crédula.
Crecimos, como saben, temiendo al “infierno” y demás patrañas, pero lo que más tememos es la imagen que damos.
Desenraizados de nuestras fuentes de poder internas, gravemente des-empoderados, vivimos, no es de extrañar, al albur del engaño y la manipulación.
Si queremos un futuro distinto, deberemos dejar de dar pábulo a autoridades y empezar a creer más en nosotros, sin culpas, en el ser humano maravilloso que somos, en su bondad no corrompida, «original», la que escuchamos cuando atendemos al silencio de nuestro corazón.

Por los vendedores de remedios rápidos (las farmacéuticas como ejemplo más claro) se nos intenta alejar, a menudo, de nuestra propia capacidad de sanación, de nuestro poder curativo. Es en nuestra coherencia interna, de pensamiento, sentimiento y acción donde debemos buscar, y donde encontramos, nuestra sanación. La auténtica, y no esa de paños calientes de efecto limitado.
Se nos hizo creer, por otra parte, que nuestro comportamiento humano venía determinado por nuestros genes, y ya se habla de las terapias genéticas como el nuevo remedio para nuestros males. Sin embargo, la nueva ciencia epigenética nos indica que es el ambiente, a través de la influencia sobre nosotros y nuestra percepción, el que es capaz de corregir en el sentido que decidamos nuestro código genético. De ahí la importancia de vivir una vida consciente.
Todos nosotros, sometidos como hemos estado, y estamos en muchos casos, a programaciones limitantes de escasez y competición, vivimos un momento crucial de nuestro proceso evolutivo, donde deberemos decidir entre seguir durmiendo al son que nos marcan desde fuera, o elegimos despertar y asumir el control de nuestras vidas y nuestra propia responsabilidad.

Porque el salto evolutivo no está fuera, sino que está en ti, en tu percepción y en tu capacidad de decidir conscientemente.

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