ESCUELA: DESPERTAR Y LIBERAR AL SER HUMANO
La espiritualidad fue barrida de las sociedades comunistas por el marxismo, con los efectos tremendos que ello ha ocasionado. Pero, de la misma manera, ha sido sustraída a otras sociedades que han crecido en el entorno de las religiones establecidas, que se han construido en torno a credos y sus sacerdotes, sin respetar la esencia misma de la espiritualidad, que es libre, personal, y se revela de forma distinta a cada uno de nosotros a través de la experimentación y la introspección en nuestras vidas.
A la búsqueda espiritual, que es personal, debiera darse la importancia que tiene para la creación de sociedades armónicas, donde los seres humanos aprenderían desde bien chicos a reflexionar (meditar en terminología oriental), a encontrar sus propias respuestas. Cultivar el silencio interior y entender la necesidad de centrarse, de abandonar el ruido de la mente (ese hábito nuestro de pensar en el pasado o en el futuro o en mil insustancialidades que no van a ningún sitio), y vivir plenamente en el presente y su realidad verdaderamente vital.
La escuela en la que se forman nuestros chavales, llena de controles y de exigencias que condicionan y desnaturalizan su buen funcionamiento, está obligada a servir a nuestros jóvenes en esa reflexión, en su propia reflexión. Formarlo en conocimientos básicos, esenciales, pero sin darlos la reflexión hecha.
Sin esta reflexión, además, somos presas fáciles de manipulación. Y así vemos cómo, lejos de «educar», nos han programado para obedecer, cada vez más cual máquinas. Con ello, claro, pretenden que sirvamos mejor a la producción. Que es lo que interesa.
No se ha buscado crear en la Escuela las condiciones para la reflexión, ni se ha facilitado en la sociedad o en la familia las condiciones para que desde pequeños maduremos nuestras potencialidades, para que reflexionemos, para que podamos crecer en torno a nuestros ideales. Que, al fin y al cabo, debemos descubrir en nosotros mismos, atendiendo a esa parte inmaterial, espiritual que diríamos también y que, por cierto, ha sido ridiculizada (y confundida por tanto) en ambientes de la Izquierda en unos casos y tratada como mera doctrina por las religiones organizadas que se han apropiado de esa reflexión y de la verdad que de ella surge. Que siguen pretendiendo dárnosla hecha, como una creencia.
Mi mensaje de hoy, además de reclamar atención en la Escuela a esta faceta reflexiva individual, para liberarla de constricciones ideológicas de uno u otro sentido, es hacer una llamada a un profundo replanteamiento de eso que llamamos «Educación» y que se ha convertido, más bien, en adoctrinamiento.
Plantear, también, si la «educación» debe servir para facilitar la maduración personal y el descubrimiento de las potencialidades del individuo o, como sucede, deba servir preferentemente a los «intereses sociales» que otros marcan y nos supeditan.
Seamos claros, servir a las élites de poder y sus pretensiones, ya sea apoyados en la izquierda –que se olvida frecuentemente de las necesidades espirituales del ser humano– o en la derecha que nos somete con una espiritualidad a su medida, utilitaria, para que encontremos premio y consuelo los más débiles en «la otra vida».
Entiendo que solo atendiendo a las necesidades espirituales podremos transformar esta sociedad y rescatarla de la explotación de unos pocos espabilados. Los interesados de siempre que, con distintas pieles, según pinte o cuadre la cosa, se intentan aprovechar de lo que consideran «masa social».