Leía esta mañana una entrevista a un joven teólogo italiano en visita a Vitotia-Gasteiz, en la cual comentaba que al anterior Papa le preocupaba la doctrina y que el actual lo que quiere cambiar el mundo ¡Horror!

Hay que diferenciar muy bien entre la gente que intenta ser fiel al mensaje de Jesús y lo que representa la Iglesia organizada (que se expresa a través del Vaticano), causante de múltiples atentados contra la libertad de las personas, de atrocidades como la Inquisición, múltiples guerras y colaboración imprescindible con el Sistema de Dominación mundial.

Esta Iglesia, que representa la antítesis del «Espíritu Santo» que dicen les guía, ha enseñado entre sus feligreses el temor (antítesis del amor) divino. ha hecho proselitismo, además, de un amor desenfocado (amor a los demás que dicen), mientras que por otro lado han secado las raíces del verdadero amor. Un amor que brota cuando estamos plenos, cuando nos amamos a nosotros mismos, cuando no tenemos miedo. Nos han enseñado desde sus púlpitos, sin embargo a no amarnos, a negarnos, pues somos seres miserables, nacidos en pecado original, que solo podemos aspirar a ser salvados por la gracia divina si somos fieles y obedientes a sus mandatos. No a lo que nos dicta nuestro maestro interno, el «corazón».

Dios nos libre, por tanto, de un mundo a la medida del pensamiento vaticano, aliado y colaborador imprescindible desde antaño de las élites de poder terrenal en todos los rincones de la tierra.

Porque el verdadero despertar no puede venir de fuera, de ser seguidores, sino de lo interno, de tomar contacto con nuestra auténtica fuente de sabiduría, que tiene que ser despertada en nuestro interior. El Templo del Espíritu que decía Jesús y que sus sacerdotes han intentado usurpar con engaños y mentiras.

El miedo preside nuestras vidas, la de casi todos. Celosamente nos protegemos de los otros y así, poco a poco y sin ser conscientes de lo que hacemos, nos vamos distanciando más y más. Y con ello también, una pena, nos vamos secando por dentro.

Las redes son una oportunidad estupenda que nos permite unirnos, pero para ello hemos de dejar a un lado el personaje que representamos, el ego, y perder el miedo a mostrarnos como somos, imperfectos en muchas cosas, gracias a dios.

El camino es sencillo, pero lo complicamos. Lo complicamos primero, y en lo externo, almacenando cosas de las que podríamos perfectamente prescindir. Y lo complicamos sobre todo, en lo interno, porque vivimos alimentando a un personaje que no somos nosotros, al que denominamos «ego». Personaje falso, acojonado siempre y mentiroso por principio, pero con el que nos llegamos a identificar todos en algún momento de nuestras vidas. Principal usurpador de lo que somos, de nuestra autenticidad.

Los líderes religiosos desde que tenemos uso de razón, nos han venido diciendo que no somos gran cosa, que somos pecadores, nacimos en pecado original. Inciden en eso, para controlarnos, en vez de en la capacidad que tenemos, original también, para elegir el bien.

En vez de ayudar a auto-descubrirnos, nos han querido hacer seguidores, crédulos, enseñándonos desde bien tiernos a compararnos con otros modelos, con los que difícilmente nos podíamos sentir a la altura, sin la comprensión debida. Así se entiende que Sartre dijera que «el infierno es el otro»

Digo todo esto para intentar ayudar (al que quiera, claro) a salirse de esta forma tan miserable de ver la vida, para dejar de parapetamos, por miedo a comparaciones, detrás de ese personaje, el «ego», pensando que con ello nos protegemos, cuando lo que estamos haciendo es limitarnos y limitar nuestra creatividad, nuestras infinitas posibilidades de relación con los otros y con todo.

Solo así, sintiéndonos válidos y queridos, seremos capaces de extender por el mundo el amor que este necesita. Que no es solo consolar, dar «caridad», o regalar dulzura allá por donde vayamos, sino que implica compromiso con lo que somos, con nuestra autenticidad, con nuestra esencia. Un compromiso que más que paz (en el sentido de suavidad), traerá y provocará fricción («no traigo paz, sino espadas, decía Jesús»). Una fricción y sufrimiento necesario para poder madurar y superar nuestros errores. No el otro sufrimiento, vacío y frustrante siempre, de cuidar del «ego».

A eso de tener que aceptar, por pelés, el statu quo pretenden considerarlo ahora nuestros próceres «positivismo». Ayer mismo me comentaba un paciente como en su empresa les han «animado» a trabajar en peores condiciones laborales, con la amenaza de trasladar el negocio a otras latitudes. Nada nuevo.
A pesar de haber obtenido la empresa el pasado año un beneficio sustancioso de miles de millones de euros, han echado recientemente a 200 trabajadores. Nada nuevo, tampoco
Nos hemos llegado a acostumbrar a esto y nuestros jóvenes, que han crecido viéndonos trabajar como asalariados, pretenden labrarse ahora el futuro de la misma manera y fuera, en un régimen de empleo y salarios mejor (por poquito tiempo) al de este país que, de buenas a primeras, ha visto como su «maquinaria» se gripaba. Y no entro a considerar sus causas, que no son tan ajenas a otros «motores» como nos quieren hacer pensar.
Entiendo que la actitud verdaderamente positiva que debiéramos adoptar es animarnos y animar a esos jóvenes a que, en vez de hacer cada uno la guerra por su cuenta, dispersos y buscando sus precarias habichuelas, se juntaran y fueran ideando y vislumbrando, poco a poco, alternativas a esta situación actual de sometimiento que se les escapa de las manos.
El statu quo que comentaba, nos ha organizado a todos como si fuéramos elementos de una máquina (controlada por unos pocos), con lo que hemos perdido la visión organicista de lo que significa la sociedad, en la que nos hemos de ver como partes de un todo que, como el organismo humano, funciona prestando importancia a cada una de sus partes, bien sea esta el corazón o el agujero del culo, y trabajar en ayuda y colaboración.
La realidad, si la vemos objetivamente –sin miedo, o con más miedo a dejar de actuar como la situación en realidad requiere–, nos debiera impulsar a idear fórmulas alternativas a las actuales, frías éstas y carentes de humanidad. Donde somos considerados como piezas ajustables y prescindibles de lo que llaman estos mecánicos de tres al cuarto que se creen la repanocha, «engranaje social».

LA GUÍA

Anthony De Mello (jesuita ciertamente heterodoxo que murió en India y que encontró allí la comprensión del verdadero mensaje de Jesús), escribió un librito ,“Una llamada al amor” lo tituló. Consta el mismo de 31 meditaciones que, pienso, nos pueden ayudar en los difíciles tiempos que corren para rescatar esa guía “interna” que todos llevamos dentro e iluminar así el camino “externo”.
Para afinar nuestra mente en la dirección que nos realiza, eficaz, al servicio de nuestro “corazón”. La inversa, el corazón al servicio de la mente (el ego), nunca ha funcionado. Desde la mente, además, somos muy fáciles de manipular por el miedo.

El librito de Anthony De Mello (jesuita ciertamente heterodoxo que murió en India y que encontró allí la comprensión del verdadero mensaje de Jesús), que se titula «Una llamada al amor», consta de 31 meditaciones que, pienso, nos pueden ayudar mucho en los difíciles tiempos que corren y servir para rescatar esa guía «interna» que todos llevamos dentro y colaborar así a iluminar el camino «externo».
Afinar nuestras mentes en la dirección correcta y ponerlas al servicio, ya no más de las fuerzas del Miedo, sino de esa fuente de energía inagotable que es nuestro «corazón» y que nos conduce al verdadero amor.

DESAJUSTE HOMBRE-SISTEMA

La técnica de tenernos a todos ocupados, divididos y enfrentados muchas veces, desde el ajuste cada día mayor de los tiempos «útiles» de trabajo (trabajo por tanto más mecánico que limita, incluso anula, la reflexión), habiendo recortando, por ejemplo en Sanidad, los días de libre disposición de 12 a 3 en un año; el aumento, por que sí, del horario, con unas vacaciones que veremos (nos dijeron que las pidiéramos en marzo, luego se ha prorrogado un mes más el plazo debido al desconocimiento de los jefes intermedios de cómo había que solicitar las mismas). Improvisación sobre la marcha. En fin…, que mientras el circo futbolístico y mediático mantenga entretenido al personal…
Aumenta el número de casos de estrés y depresión y el de gente que, como mi enfermera, acude a trabajar con 38 y medio de fiebre. Todo esto con una lista cada día más larga de parados y con una actividad laboral que decrece a ojos vista y sin remedio.
Pero, claro, el mensaje es ser «positivos» (falso positivismo) y esperar que los «expertos», cada día más hombres de paja, a los que les cae grande, y gordo a veces también, todo lo que está pasando, acierten esta vez sí, y que dentro de tres años –todos bien prietos y ajustados, lisiados, aniquilados o emigrados–, sigamos funcionando como piezas útiles de este Sistema churrivanduski.
Si estamos desajustados en lo personal, familiar, social y tocados en nuestra salud física o psíquica no importa. Para eso están los antidepresivos, la benzodiazepinas y muchas otros productos químico-farmacéuticos para solucionar nuestra precariedad.
Señoras y señores ciudadanos, si no queremos morir en el intento, y como cobardes, es llegado el día de plantarse y de empezar a promover, como valientes, el auténtico cambio. Un cambio que deberá llevarnos, inexcusablemente, a ajustar el Sistema al hombre y no el hombre al Sistema

El ser humano, debido a su inconsciencia, ha necesitado desde antiguo normas y leyes con el fin de facilitar la convivencia social. El problema ha surgido, y lo estamos viendo meridianamente claro en el presente, porque los que establecieron esas leyes y quienes les sucedieron en la organización social, se han hecho adictos al poder. Por lo cual, en vez de pretender la madurez de las personas y su independencia, lo que pretenden, para garantizar su control y sus prebendas, es su obediencia.
En lo religioso, la fórmula ha sido la de envolverse con el manto divino y desde allí colaborar en la sumisión del grupo social. Así, en vez de ayudar a crecer en consciencia, se ha manipulado a la sociedad desde la creencia. Y no con criterios de auto-responsabilidad en eliminar las causas originales de los problemas y la desigualdad, sino desde postulados caritativos, de consuelo, de resignación siempre a la acción del otro poder, el terrenal.
Referente a lo meramente humano, los guías de esta organización social, que ha crecido «para su mejor control», dicen, como Estado, más que facilitar las cosas, han mal-acostumbrado a las gentes de pueblo que en otras épocas había encontrado sus propias maneras de organización y auto-gestión, y que fueron barridas en su mayor parte por la implantación de un sistema de «función pública» y de asalariados (90% de la población), dependientes ya no de sí mismos , sino de decisiones tomadas, si queremos ver, desde el poder estatal, con su opacidad habitual, que ha crecido sin control al servicio de la avaricia y de aquellos que ostentan el poder económico. Los que han acabado sometiendo al Estado «protector» al que decían servir, a los intereses de Bancos y multinacionales
De buenas a primeras, esta sociedad que era del bienestar (según nos habían vendido), se empieza a desmoronar a ojos vista, como un castillo de naipes además, teniendo que buscarse la gente, si no quiere verse abocada a la precariedad más absoluta o al paro bajo este Sistema a emigrar y tener que abandonar ya no solo padres, sino amigos, pareja, hijos, etc… Y todo esto no para poder vivir felices allí, sino simplemente para poder vivir como asalariados, trabajando para otros y dependientes de los mismos poderes que, si lo analizan un poco, han provocado su emigración. Poderes que ya no son nacionales, sino supranacionales, trans-nacionales.
Me gustaría a través de este escrito mover a los jóvenes más que a la emigración y la sumisión a los postulados del capital, a un esfuerzo por re-inventarse y re-inventar otra sociedad distinta, gestionada no desde las altas y opacas instancias, sino desde la base. Volver, como referente, una mirada atenta a los viejos sistemas de colaboración y de ayuda mutua que en el pasado funcionaron y que el crecimiento del Estado y sus políticas (al servicio, no lo duden, de las élites de poder) han erradicado casi en su totalidad.