Ayer mismo escuché una conferencia de Etienne Chouard donde comentaba que las actuales «democracias» están podridas desde la base, son auténticas falacias. Todas se basan en Constituciones formuladas por los poderosos, al servicio de sus intereses, que han sido utilizadas para tirar por tierra además –y esto no lo dice él– toda la organización que había en las comunidades rurales, nuestros pueblos, donde el reparto de funciones y tareas se realizaba con el compromiso de todos, que se implicaban con lo que consideraban común, y que entendían era su responsabilidad que no podían delegar.

El Comunal (que aún existe en algunos pocos reductos rurales), el Concejo abierto, los trabajos como el desbrozado y la limpieza de caminos comunales y montes, las llamadas «hacenderas», han desaparecido hoy –salvo en esos escasos reductos–, delegando estas tareas en el Ayuntamiento, la Diputación, el Estado, «Europa» y su desmesurada organización burocrática. Esa superestructura organizativa, plagada de normativas y leyes, de incentivos y subvenciones no sirve a las necesidades de la tierra y de la gente consciente que la trabaja, sino que incita especialmente a la dejación de responsabilidades y, muchas veces, a querer vivir de las subvenciones. Unas subvenciones, mayormente, al servicio de los intereses de la Gran Industria Agro-alimentaria y su «explotación» de los recursos naturales.

Volviendo al principio, Etienne, basándose en que los más honrados y actos no quieren participar en los Gobiernos actuales, en que éstos, por contra, están en manos de la gente con menos ecrúpulos, propone recuperar el ejemplo de democracia que vivió Grecia durante doscientos años (del 500 al 300 antes de Cristo), donde los cargos electos se desempeñaban por sorteo entre sus ciudadanos, por periodos cortos y nunca repetibles.
No comparto con Etienne su falta de confianza en el ser humano y su enfoque  exclusivo en las estructuras.
El auténtico cambio, si pretende perdurar en el tiempo, necesita del cambio de las conciencias. El conferenciante señala solo una vía para recuperar el poder del pueblo que las Constituciones otorgan a los poderosos.
Despertar individual y nueva organización democrática, pueden ser compatibles en este momento histórico de cambio de paradigmas.
Hasta que no seamos todos seres «despiertos», necesitaremos un mínimo de estructura para gobernarnos, que pretenda ser justa y verdadera y no esté sometida, como sucede ahora, por mentirosos profesionales; que choque lo menos posible con el sentido común general.
Un sentido común que está mucho más próximo a la gente sencilla que a las castas dirigentes que nos gobiernan, bajo el “amparo” de Constituciones amañadas desde la base.

Habrá que ir pensando en sustituir el trabajo asalariado, base de los actuales desajustes, por otras formas de entender las relaciones laborales, la vida, la familia y el cuidado de nuestros mayores.
Desarrollar la imaginación no puede ser cosa de unos pocos (que sirven convenientemente a los intereses creados), sino de todos.
Habrá que desarrollar, desde esa mayor implicación y nuevas formas de plantear la «gestión de recursos» (actualmente pura explotación económica), nuevas ideas y propuestas para des-capitalizar al Capital.
Que no sean su selectas cabezas pensantes las que decidan nuestras vidas. Porque nos va en ello no solo la renovación y el cuidado de la vida y nuestra descendencia, sino también la salud (física, emocional y psicoespiritual) del presente.
No oigo comentar esto en los noticiarios, cuestión que no solo empieza a ser, sino que es ya una urgencia de primer orden.
A pesar de haber aumentado una barbaridad los medios sanitarios (muy mal usados, por cierto, y esto no se va a resolver privatizando, aunque nos lo quieran vender así los dueños del Negocio Saniario y sus políticos servilistas y títeres), están creciendo como nunca los problemas emocionales y psiquiátricos, la drogadicción, el consumo de todo tipo de sustancias. También, por ennumerar unas pocas significativas, las alérgias, los asmas y nuevos procesos autoinmunes.
Con todo esto, otra vez, la Gran Industria Farmaco-Química, úna de las pocas que no está en crisis, se frota aviesa las manos.

Si fueramos conscientes de que muchas cosas que nos enseñan son falsas o no aportan nada a nuestra evolución como seres humanos, probablemente cambiaríamos y dejaríamos de preocuparnos por aprender tanta basura. Entenderíamos mejor las razones por las cuales la felicidad huye de nostros. Y mira que la perseguimos. Una felicidad que no se puede alcanzar perseguiendo metas que otros fijan para nosotros, sino que requiere volver la vista primero hacia uno mismo, hacia nuestro interior, donde están todas las respuestas.
Porque la cuestión básica no está en el conocimiento de las respuestas, sino en la formulación de las preguntas que necesitamos hacernos, en la confianza de que las respuestas, en el momento justo y tras hacer el trabajo correcto, van a llegar.

En un mundo como el actual obsesionado por el control, si queremos ser felices, debemos hacer limpieza de tantas y tantas cosas superfluas y aprender a rendirnos a la vida, y disfrutar de lo que esta nos ofrece en cada momento. Aceptarla como es y no como nos gustaría y saber adaptarnos a sus ritmos y ciclos cambiantes, con sus momentos de alegría y de dolor. Saber que nada es permanente, pues todo está en proceso continuo de cambio. Que todo tiene además un fin para nosotros, que es llevarnos a aprender ciertas lecciones inevitables para nuestro crecimiento.

No es cosa de empezar a cambiar nuestro comportamiento, nuestras adicciones, ni otros aspectos de la vida externa, sino que es cuestión de cambiar nuestra percepción de las cosas, nuestra visión, y tomar conciencia entonces de que la felicidad no es algo que está allá, en el futuro, ni en la consecución de determinadas metas, sino que es nuestra condición básica, intrínsecamente unida a la vivencia consciente del momento presente, en el aquí y ahora.

Esto no significa tampoco que debamos renunciar a ninguna meta, para nada, sino comprender que esas metas y esos cambios surgen y resultan eficaces solo cuando van unidos a la modificación de nuestra visión interna.

Despertar a esta nueva realidad, requiere un trabajo previo de sanación emocional, y volver la vista sobre los problemas no resueltos, muchas veces inconscientes (abrazar lo que se ha dado en llamar nuestro niño interno, nuestra emocionalidad herida en esos 7 primeros años tan importantes de nuestras vidas).
Requiere, por tanto, llevar a cabo un trabajo previo, introspectivo, que nos lleve a plantearnos las preguntas que debemos saber, confiando que el ser interior, que conoce y está libre de cualquier condicionamiento externo, nos suministre las respuestas y nos libere de las cargas que otros –y nuestra inevitable ignorancia infantil– colgaron sobre nuestras espaldas.

Unas cargas que son del «ego» (el personaje falso) y no del «ser» (el auténtico nosotros), que no persigue demostrar nada, ni impresionar a nadie.

PERDÓN Y DESPERTAR DE UNA NUEVA CONCIENCIA

Hay que procurar distinguir entre si estamos evaluando las situaciones con objetividad, con intención de solucionar las cosas (sin culpar), o estamos criticando a la gente para quedar por encima (el ego sacado a pasear).
En general, aquello que criticamos es aquello que más necesitados andamos de mejorarar o corregir. Por eso, solemos criticar sobre todo aquellos aspectos que nos molestan tanto en nosotros mismos. Lo que se denomina «proyectar» en otros nuestros defectos.
Por eso, hay que procurar distinguir siempre entre si estamos evaluando la situación con objetividad, para poder solucionar las cosas, o nos estamos solamente retratando con nuestras críticas.
Darse cuenta de todo ello, y perdonar y perdonarnos –primero y especialmente a nosotros mismos– es el principio del despertar.

Anoché soñé que los sistemas piramidales en todo el mundo se desmoronaban como castillos de naipes. Nuestros miedos (basados en la falta de amor) son los que los mantienen aún en pie.
Si mayoritariamente perdemos el miedo (sustentado en el desconocimiento del otro), se irán viniendo abajo conforme vayamos conociendo íntimamente nuestra similar condición, nuestra esencia humana.
Debemos tener cuidado y trabajar especialmente en nuestra forma de mirar la realidad, y entrar cada vez más en ese espacio, cuántico que llaman ahora, que nos une por encima de las diferencias, auténticamente curativo, porque tiene la capacidad de sanar nuestros principales males, basados en el miedo.
Es bueno comprender bien esto e ir renunciando al miedo instaurado en nuestras mentes por el mal aprendizaje, que es el principal freno al proceso de sanación global.
Mirar con amor (sin miedo) al supuesto «enemigo» (con baja consciencia, aún), es la forma de trasmitir la sanación que nuestro mundo necesita. Un abrazo a todos y animo a ir extendiendo esta conciencia liberadora del miedo.

El Gobierno no gobierna, sino que prepara el terreno a nuestra explotación. Sin gobierno, con gestión municipal y unidad nacional en torno a la evaluación de necesidades sería suficiente. Pero… el Ejército es el arma que siempre ha empleado el poder para «combatir el caos», como dicen los muy hipócritas.
Solo entonces, sin Gobiernos usurpadores de la voluntad popular, vendidos a ese proyecto de «Europa», que está basado en el puro interés mercantil, que nos prepara para el sub-empleo y la precariedad, y colocará a las puertas de la miseria a cada vez más gente en años venideros, sería posible una auténtica gestión popular que se hiciera cargo de sus necesidades.
Una auténtica revolución de conciencia, organizada y pacífica. Pero esto último necesitaría de un gran compromiso de todos, para intentar recuperar la ilusión de nuestros jóvenes que en muchos casos, los más preparados además, están, como todos sabemos, emigrando.
No estaría mal que nos sacudiéramos esta caraja actual y fuéramos proponiendo fórmulas alternativas a la situación de desgobierno vigente.
No estaría mal que en el Ejército provocara esta revolución respuestas favorables. Que les llevara a comprender y deponer sus armas contra su propio pueblo. Para no verse obligados a defender a vividores y especuladores, a bancos sin otra nacionalidad ya que el dinero, a los famosos lobys de poder y su proceder, pues no dudan en estrangularnos sin piedad si ello les supone una ganancia. Sería una maravilla, como he dicho, poder ver a los ejércitos deponer las armas y posicionarse, no con la explotación, sino con la gente común, sus conciudadanos.
Me gustaría que esto último fuera posible, pero me diréis que estoy soñando. Posiblemente sí, pero me niego a desconfiar del hombre, de los hombres que están detrás de un uniforme, pues prefiero confiar en el ser humano que esconden en su interior.

La información que recibimos por distintos canales no pretende provocar nuestra inteligencia, ni abrir debates sobre las causas que están en la raíz de los problemas que se nos acumulan, sino que da por hecho que eso es, más bien, cuestión de sabios y que la población (que no pueblo) está para otras cosas. Es decir, para obedecer lo que dicen los “sabios”.
Se nos anestesia con datos e informaciones banales, tratadas además con absoluta superficialidad. Y no duelen prendas a los directores de los diversos medios audiovisuales o escritos en incidir en el lado más oscuro de nuestra condición humana
Modelos de identificación absolutamente neuróticos salpican nuestras pantallas e informaciones de conflictos y guerras inundan también los informativos.
No existe criterio constructivo, pues lo único que parece importar de verdad son las audiencias. Luego se rasgan las vestiduras porque están empezando a bajar de forma llamativa en casi todas las cadenas y periódicos. Canales de difusión, controlados por los partidos políticos, que ya no son capaces de autofinanciarse, teniendo que depender, como los partidos, de inyecciones bancarias para poder subsistir.
Nos sorprende luego que los banqueros sean los más beneficiados de la acción política, cuando es evidente que no son hermanitas de la caridad con objetivo de servir a la sociedad.
¿Seremos capaces algún día de dejarnos de andar por las ramas y abrir un amplio debate sobre los problemas raíces que laten en el fondo de nuestros desequilibrios personales y sociales?
Dejaremos algún día de podar el árbol, sin fundamento (no evitando así que crezcan y se reproduzcan los malos brotes), o ayudaremos a sanear el árbol desde la raíz, confiando ello no a los supuestos sabios (que obedecen a intereses muy particulares) que nos presentan, sino a todos y cada unos de nosotros, como células vivas y responsables de colaborar a sanear este desbarajuste.