Muchos desconocen que existen un montón de programas subconscientes que dirigen nuestro día a día, y saberlo es imprescindible para la recuperación del control sobre nuestras vidas. Cuestión que, por cierto, no es sencilla, pues resulta mucho más fácil seguir disimulando y salvar las apariencias.
Así las cosas, vivimos intentando caer bien a los demás, haciendo lo que otros han decidido que hay que hacer, lo “apropiado”, ocultandonos con ello nuestros verdaderos sentimientos.
Y aquellos que tienen la osadía de salirse de la programación social (inconsciente, como he dicho), son juzgados en general de forma sumarísima. Por eso, casi todo el mundo prefiere seguir “cómodo” sin indagar mucho en sus verdaderos anhelos y sentimientos.

En la Escuela, nuestr@s hij@s, son educados por gente igual que todos nosotros y, salvo honrosas excepciones, se sigue «educando» con el fin, explicitado en la Ley de Educación además, de “ser competitivos y más útiles así a la sociedad”. Eso está considerado mucho más importante que aprender a conectar con uno mismo, con las capacidades innatas, con los talentos, para luego poder actuar, desde ahí, con plena responsabilidad. Que no es hacer lo que «se debe», sino responder con habilidad ante los restos.

Existen tres planos básicos de conciencia que, si queremos aclarar y mejorar las cosas, de la manera más simple además, debemos respetar. El primero, el más sutil de todos, es el verbo, la palabra, desde la que ordenamos nuestro universo particular y colaboramos a co-crear armonía en nuestro entorno. El segundo es la energía, una energía que podemos activar en nosotros y mover con poder desde la emoción, cuando pensamos, sentimos y actuamos coherentemente con nuestros sentimientos íntimos, nuestros anhelos, que llamaremos de corazón. El tercer plano es el físico, donde se materializan nuestras ideas, nuestros pensamientos.

Trabajar desde el tercer plano, intentar cambios en el plano material, es el trabajo más arduo, donde es fácil perderse, dejándose llevar por los juegos y las trampas del “ego”, el personaje que hemos aprendido a representar, que adornamos a conveniencia, que nada tiene que ver, por cierto, con nuestro yo auténtico.

Y digo todo esto porque hemos llegado a un momento en el que no tenemos otra alternativa que cambiar desde lo sutil y renunciar a la influencia de los cuatro viejos paradigmas que pretenden seguir marcándonos el tempo de nuestra Evolución.

Empezando por la Religión (que nos dice desde sus púlpitos lo que debemos o no debemos hacer), siguiendo por la Economía (que intenta constreñir nuestras creaciones al capricho de su moneda), sin olvidarnos de la Política (con el mismo tipo de líderes que siguen lanzándose acusaciones, y que pretenden controlar aquello que podemos o no hacer), o de la Ciencia (a la que hemos concedido crédito absoluto y de la que parecemos venerar su Verdad “incuestionable”), todos ellos han fracasado estrepitosamente.

Hemos tenido que recorrer un largo camino para poder ser conscientes de que la guía que buscamos, la Verdad en la que asentarnos, no es externa, sino que reside en nosotros, que debemos acudir ahí y alimentarnos de ella, hacernos responsables y desde allí empezar a manifestar en lo externo todo aquello que vayamos comprendiendo e integrando en lo interno.

A la Sanidad pedimos la inmensa mayoría de veces algo similar a una píldora mágica, que nos pueda permitir seguir en la loca carrera en la que estamos.
Aunque nuestro motor vaya gripado y pierda aceite, la prisa no nos deja parar, impidiendo darnos cuenta de lo que hacemos mal y está en el origen mismo de nuestras enfermedades.
El esfuerzo de los responsables del Sistema Sanitario –-y no les culpo a ellos, en absoluto– ha sido intentar facilitar las cosas homogeneizando pacientes y procesos (con la Gran Industria del Medicamento frotándose las manos POR DETRÁS), lo que nos ha llevado a creer MÁS en remedios externos, en soluciones rápidas y estandarizadas, válidas para todos los casos por igual.
Hemos interiorizado que las soluciones a nuestros males nos vienen, o nos las sirven, desde fuera desconectándonos así de nuestra propia responsabilidad en la materia, de nuestra reflexión sobre la forma de vivir nuestras vidas.
A los profesionales de la Sanidad, para colmo, se les ha dividido cada día más y sobrecargado con tareas puramente administrativas. Hemos sido introducidos en un Super-Control que homogeniza pacientes y los hace iguales. Sujetos a terapias similares. Medicamentosas en su mayoría, por supuesto.
El individuo, el ser humano, de manera sutil ha sido… digamos que cosificado. Por otra parte, como en otras áreas de la sociedad, la localización del poder y de las decisiones se ha concentrado en unos pocos, los famosos “expertos”. Todo ello está llevando a los profesionales a actuar, en general, como seres sumisos y robotizados en contra de sus necesidades, lo que ha aumentado en este gremio, como en la sociedad en general los niveles de estrés, presionados como estamos cada vez más desde distintos ángulos y sin tiempo para aplicar nuestro buen, imprescindible criterio.

PD: Hablaré, en otra entrega, de propuestas

DE NOSOTROS DEPENDE

Nos han enseñado a confiar en figuras de autoridad y, poco a poco, sin darnos cuenta, nos hemos llenado de cosas que no aportan valor a nuestras vidas, impidiéndonos además la oportuna reflexión.
Cada vez más cargados de complicadas tareas, vamos dando tumbos por eso que llamamos “vida”. Una vida que ha dejado de ser para muchos “existencia propia”, se ha convertido en una mera inercia.
Pensamos que somos libres, con libre albedrío, cuando en realidad seguimos (en el 90% de los días) programas de otros, tanto sociales, como religiosos, familiares, etcétera. Son vitales en esta programación los 6 primeros años de vida, de ahí el interés de manejar por el Poder la Educación, pero es evidente que no para ahí, pues continua, impertérrita desde todos los ángulos sociales: loas programas basura televisivos, las películas que vemos, los informativos que, lejos de informar, nos saturan, haciéndonos sentir ínfimos, incapaces, dado que son otras las fuerzas que dominan nuestros destinos, desde los viejos paradigmas que, hoy, por cierto, sabemos han fracasado, sin posibilidad de enmienda además.
Se nos sigue engañando diciendo no tenemos otra escapatoria que seguir sirviendo a los mismos señores que nos proponen ahora arrear con menos, aunque, eso sí, bien uncidos al yugo que imponen sus manejos y sus Mercados, llevado todo ello por los políticos de turno (atados de pies y manos por sus demandas, como sabemos por aquí), por líderes religiosos de pega, por gente de Ciencia (similar a verdad hoy en día) que trabajan para ese Poder Económico y no para limpiar de basura y garantizar las necesidades reales de la población.
En los últimos trescientos años, este desarrollo científico, ha contaminado hasta la saciedad este Planeta, inclusive nuestro espacio exterior. Por otra parte, la mejora de los servicios sanitarios que se prestan, no han podido impedir el crecimiento de numerosas enfermedades de nuevo cuño, psíquicas y psicológicas. Por no hablar de la creciente drogadicción, tráfico de armas…
Hay que sacudirse, entiendo, del influjo de la programación de este Poder, que ha fracasado y no tiene vuelta de hoja.
Desde estas líneas, animo a tod@s a superar barreras mentales, arriesgarse y unirse con propuestas novedosas. Y experimentar que no necesitamos obedecer lo que nos dicen los viejos paradigmas existentes, con sus programas fracasados, que debemos recuperar nuestro poder, nuestra responsabilidad delegada, y caminar así hacia nuestro empoderamiento. Al margen den una programación que nos está arrojando, poco a poco y sin enterarnos, a un precipicio.

Sócrates decía: “si quieres cambiar el mundo, cámbiate antes a ti mismo”. De nada han servido los numerosos intentos de cambios de líderes o estructuras para el despertar de la humanidad, más bien al contrario han incrementado su esclavitud, así como la basura del Planeta y el número de enfermedades. Y son datos informados por la UNESCO.
Abordar este cambio nos exige empezar por superar los juicios y culpas, a los que nos hemos acostumbrado, dejar de sentirnos víctimas y culpar a los demás, tomando la responsabilidad sobre nuestras propias decisiones. El juicio y la culpa, debemos saber, fueron introducidos por las Religiones establecidas para intentar controlarnos, no para hacernos más conscientes de nuestras acciones.
Por eso, es hora de comenzar a aceptarnos plenamente, con todas nuestras virtudes y todos nuestros defectos. Sin condenas que no llevan a ningún sitio. Y hacer, como enseñaba Jesús cuando hablaba de arrepentimiento (muy distinto del “por mi culpa… que se reza en las Iglesias), las paces continuamente con nuestro pasado.
El despertar de la Humanidad implica, también, llegar a comprender que no es lo de fuera lo que nos paraliza y contamina (toda la basura con la que intenta boicotear nuestra evolución consciente el Poder), sino lo que sale de dentro.

Resolver por tanto lo interno, por tanto, ayudarnos unos a otros en esta labor y a ordenar nuestras vidas en lo personal y colectivo, es la gran tarea que estamos empezando, la que propongo desde mi reflexión personal en este Tiempo Nuevo.

El Camino Interno nos lleva a comprender cómo estamos programados y nos ayuda a ser nosotros mismos, a reconocer nuestro propio poder. Nos lleva a crear realidad propia y ser co-creadores de una Realidad común cada vez más armónica.

No reconocemos ya una realidad fuera de nosotros, la que los viejos paradigmas científicos, políticos, económicos y religiosos nos dicen que son verdad, y que limitan nuestras posibilidades a lo que es cierto, lo que podemos o no podemos, tenemos o no, debemos o no hacer, sino que nos salimos de sus límites, de sus programas haciendo lo que elegimos responsablemente hacer y nos hace más plenos.
Limpiamos así la mente condicionada y la ponemos a nuestra disposición, aprendiendo a dirigir nuestros pasos y abandonando los límites impuestos desde la programación exterior.

Porque hemos sido programados en la comparación, en la lucha, en la división, en la santificación del sufrimiento, y enfocados en poner nuestro valor en las cosas que poseemos, en los papeles y programas que desempeñamos, en lo superficial. Entendemos ahora el porqué de la exaltación social del falso «ego», fácilmente manipulable por el Poder.

Saturados de obligaciones y cosas, apenas nos queda tiempo de reflexión. Muchos nos volvimos simples máquinas de lo que llaman engranaje, y apellidan social.

El Camino Interno, nos devuelve, por tanto, a nosotros mismos, a lo que sentimos. Inicia en nostros, también, un proceso personal, continuo, donde aprendemos a escucharnos y escuchar las verdaderas razones que nos mueven, a reconocer y resolver nuestras propias dialécticas internas.

Entendemos, al final, la importancia de compañar a otros que han decidido emprender su propio Camino Interno, de recuperación de su propio poder creador. El mismo que la maquinaria social pretende cada día hurtarnos, queriéndonos llevar exclusivamente a seguir, inconscientes de nosotros mismos, sus programas.

Protestar no nos sirve, sino tomar las riendas de la situación y proceder a transformarnos individual y socialmente. Con consciencia de lo que hacemos.
El ruido, la basura, en sus distintas versiones, política, económica, mediática, etcétera, es alimentado desde el Poder, e intenta boicotear a cada paso nuestro poder creador, nuestra consciencia.
No todo en nuestro mundo debemos cambiar, por supuesto, pero sí salir del adoctrinamiento y salvar nuestra racionalidad. Ser nosotros los que empecemos a decidir nuestra existencia, y no que nos decida “la vida” (la que otros han programado).
Es fundamental, también, eliminar de nuestras vidas lo que entendamos superfluo, para poder atender así a lo esencial. Centrándonos y recuperando el poder que los próceres de la sociedad pretenden seguir usurpándonos, con sus manejos, que hoy, más que nunca en nuestra Historia, han quedado al descubierto.
Nuestra generación creció pensando que su vocación social era defender nuestros derechos de asalariados, ya que el 90% nos convertimos en ello. Esto ha hecho que perdamos nuestra iniciativa y nos ha llevado a una cada día mayor dependencia de terceros. Ya saben, de los de siempre.
Hay que empezar a pensar por tanto de otra manera y elaborar y plasmar nuevas alternativas, integrativas y no competitivas, en las que podamos volcar nuestra capacidad creadora. Nos han programado para ser siervos y alimentado las comparaciones, nuestros “egos”, todo lo falso. En nuestras manos está darnos cuenta y recuperar lo verdadero, la esencia de nuestras creaciones, que procede de nuestros sueños, de lo que llamamos “corazón”.
Tomar conciencia nos lleva, está llevando ya, a juntarnos cada día más individuos, que viven conscientemente, que elaboran alternativas, fuera del pensamiento o paradigma oficial, y respetan el fundamento de de su subsistencia: nuestro Planeta.

En el “Día de la mujer”, quisiera comentar, de soslayo solamente, sobre las “leyes de igualdad” y demás propuestas que se supone intentan corregir (en la superficie, entiendo) la problemática de las mujeres para crear sus familias y poder trabajar dignamente. Estas soluciones, entiendo, nunca acaban de aportar soluciones, pues solo desvían la atención sobre el problema básico, el Sistema actual de Control Patriarcal.
Veo en mi entorno que profesionales como la copa de un pino, son sometidas/os, incluso por la Administración Sanitaria (no quiero dar nombres, pero lo podrá investigar cualquiera), a tener que firmar contratos favorecedores de permanente inestabilidad –de semana en semana, incluso–, en edades además de crianza, o, también, a sentirse obligadas a abandonar su baja maternal, anticipadamente, al cabo de un mes, para no perder sus contratos.
La “conciliación familiar”, donde al hombre se pretende liberar para hacer funciones en otro tiempo realizadas por mujeres, tampoco es solución, sino una pseudo-solución.
Los próceres políticos y sus gestores, no son capaces, porque los viejos paradigmas mentales se lo impiden, de dar un giro a esya situación, al desajuste básico, causal del problema.
Considerar al ser humano en su faceta laboral, especialmente a las mujeres para que puedan desarrollar su maternidad de la mejor manera, nos está exigiendo superar los conceptos por los que nos regimos, se rige este Viejo Mundo. Nos está obligando a cada uno de nosotros, además, a movernos desde un paradigma distinto, a plasmar en nuestra realidad situaciones que ahora nos parecen imposibles, seguramente al margen de lo institucional. Hay que traspasar los no sé, no tengo, no debo o no puedo, con arrojo. Nelson Mandela solía decir al final de sus días: «Todo parece imposible, hasta que se hace»

El ser humano, si es auténtico, no puede fracasar. Esa comprensión lo libera de las ataduras de los paradigmas político, económico, religioso y científico de control que nos han llevado y están llevando a nuestro Planeta a un callejón sin salida.
Estos viejos paradigmas han programado el «Control» social a través de las mentes, inconscientes (inconsciente colectivo) de todos nostros y debemos comprender cómo han actuado y actúan si queremos ser libres y crear nuestra propia realidad.
Hay que entender muy bien que las religiones establecidas, con sus propios bancos, algunas, han sido y son cómplices del poder establecido, pretendiendo decirnos lo que debemos o no debemos hacer. En vez de ayudarnos a descubrir quiénes somos, nos lo han ocultado convenientemente, dividiéndonos además en credos. El poder económico, la Gran Banca, también ha fracasado, aunque nos sigue intentando querer decir si tenemos o no para realizar nuestros proyectos, limitando nuestras iniciativas a los límites que impone su propio juego, su Control. Es este poder económico, también, quien ha decidido y controlado el progreso de la Ciencia (único Dios actualmente reconocido), Ciencia que ha contaminado, y sigue haciéndolo, gravísimamente nuestro Planeta, que está destruyendo su biodiversidad y su equilibrio, llenando includo nuestro espacio exterior de chatarra.
Centrándonos en lo religioso, vital en nuestra programación histórica, desde que tenemos uso de razón, nos han dicho que somos pecadores y que nuestra salvación depende de fuera, de un Dios externo a nostros y que ellos se propugnan como mediadores. No nos cuentan que Jesús hablaba de un Dios interno («vosotros sois Dioses, solía decir), y que buscó y acompañó a otros a buscar su divinidad propia.

Jesún nunca quiso fundar –por utilizar el modelo religioso más próximo a nuestra comprensión– una Iglesia, sino que enseñaba a descubrir, individualmente, al Dios que todos Somos y su Poder Creador.
En la sociedad de nuestros días, debido a nuestra programación en la inconsciencia, nos hemos identificado y parapetado tras un faldo «ego», muy distinto del Yo, divinal, que Somos y que Jesús, enseñaba a descubrir y manifestar a través de la Palabra. Palabra que debemos recuperar y escuchar en nosotros –lo que decimos– para alejarnos de nuestros sufrimientos y crear la realidad armónica que queremos.

Aprender a utilizar la palabra, es aprender a decir lo que queremos decir. Y para ello, nuestra propia escucha es básica.
Hemos sido inundados de «ruido», condicionados desde determinadas esferas para servir a un programa, para obedecer. Pero la situación está empezando a cambiar. Cada vez más personas sentimos y hemos aprendido que el poder de creación no nos lo conceden otros, los paradigmas externos reinantes, como Politica (podemos o no podemos), Religión (debemos o no debemos), Economía (tenemos suficiente o no tenemos), incluso la Ciencia, ese cientifismo que se ha apropia del saber y que nos dice lo que es cierto o no. Empezamos a conocer y sentir muchos, como dije, que el poder no está fuera, sino en nuestro interior. Nos damos así permiso para ser, para jugar con nuestras construcciones, para obedecer nuestra propia guía, lo que hace liviana la labor y evita sufrimientos. La guía interna, etérea, espiritual, toma el control sobre lo externo, que ve como un juego, un aprendizaje, lo hace más liviano. Cuanto más conscientes somos, más aprendemos a elegir nostros mismos cómo nos encontramos, y no los programas.
Aprendemos así a funcionar no como autómatas incosncientes, sino de acuerdo a nuestros sentimientos auténticos: la dicha, el entusiasmo, la pasión que surge cuando nos alineamos con lo que nos hace felices, con nuestro corazón.
Y para esta labor creadora , se empieza, como nos enseñan las enseñanzas herméticas, por ordenar lo interno, el caos mental que tenemos.
Es la palabra la que dice, ordena a nuestro universo particular, y sin necesitar saber nosotros cómo, nuestro universo crea lo que ordenamos. Por eso de la importancia no solo de la palabra, sino también de nuestra Escucha. Pues la escucha hace consciente lo oculto, aquello aún no depurado en nostros, lo que nos hizo perdernos.