Cuando quiebra la democracia
Publicado por galdo-fonte, Posteado enOpinión
Por su permanente desafuero, los miembros del bipartidismo son los menos indicados para pilotar la regeneración democrática, al menos, mientras sus partidos no dejen de apestar a corrupción
En un país que arrogándose condición democrática la ley no prevalece sobre todo tipo de poder, es obvio inducir que se ha prescindido del marco jurídico que debiera regular sus relaciones sociales, y cuando el «imperio de la ley» pierde su condición protagonista, entonces, el estado social deja de ser de hecho un Estado de Derecho.
Siendo ahí cuando en suplencia, al mas puro estilo totalitario se impone la asfixia de los derechos generales de la ciudadanía, circunstancia que convierte a tan singular democracia en el recurso retórico de unos gobernantes que mas que velar por su vitalidad funcional, utilizan el poder Ejecutivo para alterar su finalidad hasta convertirla en el parapeto del poder económico, facilitando así a esta élite, la promoción de políticas de exclusiva protección de sus intereses en detrimento de la mayoría, privilegios, que hacen que el proceso democrático actual se aleje más de la democracia real, y en consecuencia que se desplome el sistema social en su conjunto.
Mas que un supuesto teórico, lo expuesto, es un reflejo fidedigno de nuestra propia realidad, la de una España, donde, desde los orígenes de la Transición el deterioro del sistema democrático fue una constante, que no hizo mas que agravarse a raíz de la incorporación a la eurozona y del negativo factor que supuso su encasillamiento como país periférico. Tendencia que se vio agudizada hace ahora seis años, justo cuando aquel 15 de septiembre del 2008 la quiebra del banco estadounidense Lheman Brothers con la notoriedad ejecutiva de Luis de Guindos al frente, desencadenó un desastre financiero de primera magnitud y cuyas consecuencias nos condujeron hacia una crisis financiera internacional que en poco tiempo se convirtió en una crisis global y que en si misma, engendró la crisis del euro y nuestra propia crisis genuina.
Espiral que supuso otra vuelta de tuerca a la democracia, pues a la hora de establecer medidas paliativas para remediar el desastre, contra todo pronóstico, se prescindió en absoluto de la legitimidad que otorgan los ciudadanos en las urnas, postulando desde la felonía de una clase política envilecida, que los mercados financieros artífices del problema tomaran las riendas de la solución del mismo; «craso error» cuyas consecuencias hicieron que a pesar del fracaso cosechado el dogma neoliberal siga planteándose como respuesta de salida, aún a sabiendas, que su verdadera finalidad no es velar por el interés general, sino, alcanzar el beneficio propio a cualquier precio, sin reparar lo más mínimo en satisfacer sus aspiraciones, aunque ello sea a costa de recortar aspectos básicos del Estado del Bienestar.
La democracia como sistema de orden político pasó a convertirse en una abstracción, al perder su función como regulador de las decisiones colectivas y quedar relegada al ostracismo
Cuando un gobierno elegido en las urnas por los ciudadanos permite que la élite financiera condicione las políticas a realizar admitiendo que en sustitución le reemplace en jerarquía, con su actitud de deserción, además de denotar un escaso respeto por la voluntad popular, está propiciando que en réplica, amplias capas sociales se alejen de sus postulados.
Tal es así que ahora a la vista de los acontecimientos, el electorado es mas proclive a identificarse con quien mantiene un discurso programático que transmita eficacia en la resolución de sus problemas inmediatos y cotidianos, que a seguir dando crédito a las decepcionantes soflamas de una clase política corrompida, que por dejación de funciones y asidua vulneración de compromisos no tiene mayor fiabilidad que la atribuible a cualquier demócrata ficticio.
Es evidente por tanto, que en nuestro país la democracia como sistema de orden político y social pasó a convertirse en una abstracción, al perder globalmente su función como sistema regulador de las decisiones colectivas y quedar relegada al ostracismo, y todo, por el sórdido proceder de los distintos gobiernos que durante treinta largos años en vez de responder de sus políticas ante los ciudadanos que les habían elegido, hicieron justo lo inverso al posicionarse a favor de quienes, sin disponer de legitimidad democrática para imponer políticas, por solapada connivencia pasaron a desempeñar funciones efectivas de gobierno aún después de habernos conducido con sus medidas hasta el borde del abismo.
Cuando esas son las causas e implicaciones de la actual quiebra del régimen, resulta de todo punto inaudito, que el PP y PSOE, después que de forma permanente desviaran los fines políticos del interés colectivo hacia el favoritismo del interés particular, a pesar de tan carente ejemplaridad, ahora, se postulen como paladines de la regeneración democrática, cuando lo suyo sería que iniciaran andadura regeneradora suprimiendo de partida el factor causante de los verdaderos males del sistema, que no es otro, que la crisis de valores que infecta el funcionamiento de sus propias organizaciones políticas y que impide llevar a término medidas de mayor calado, y es por ello que difícilmente podrán regenerar la democracia quienes siguen resguardando la degeneración bajo la cubierta de su propia casa.