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diciembre 2011

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AZNAR, NO ESTÁ INDIGNADO

Publicado por , Posteado enQueja

En política, la diferencia entre el respeto y el descaro, se distingue, evaluando el exceso de desfachatez o el correcto proceder de quien actúa. Un político favorecido de privilegios y atestado de osadía pierde el sentido de la racionalidad analítica, y en su egolatría, confunde la soberbia con el respeto y la humildad con el descaro. Si tales percepciones surgen de una confusión involuntaria, su proceder es censurable, pero de ser hechas a conciencia favoreciendo sus ventajas en detrimento del derecho ajeno, entonces la censura toma condición de vilipendio.

Al movimiento de los indignados a quien la mayoría de los medios informativos despista titulares como si de algo diminuto se tratara, habrá de sumársele las contra alianza no menos tóxicas que el conjunto de las fuerzas políticas aplican como estrategia para proteger su cuestionada hegemonía, pero a pesar de los referidos obstáculos, este 15-O, con su masiva movilización colectiva por la geografía del Estado, los casi 9 millones de participantes pusieron de manifiesto que cuantitativamente son la mayoría electoral del país, todo un toque amplificado en la membrana del sistema, un fuera de juego a quienes intentan imponer el dominio de los mercados sobre lo empuje democrático, y a la vez, un pleno descalabro para quien bautizando la corriente como efímera le auguraban corta vida.

Paradójicamente, este movimiento de masas reacio a los elogios de conquista de las organizaciones políticas, no es ese vulgar desorden como despectivamente intentan transmitir quien ahora rechazados, de origen pretendían su seducción. Todo lo contrario, estos hombres y mujeres en una oposición de valentía, cansados de ejercer de excluidos, optaron por la insumisión a cumplir el papel asignado como generación perdida, destacando que su plausible reivindicación se desarrolla en canales de responsabilidad, por cuanto con sus actos, lo que hicieron fue desempolvar el texto constitucional que los partidos políticos mantenían en la estantería de la historia y releer en altavoz su contenido para recordarles a los padres de la patria que además del reformado artículo 135 por exigencia de los mercados, la carta magna, atribuye derechos fundamentales para los ciudadanos cuyo estado de vulneración es permanente y cuyo cumplimiento es un deber inalienable, pues en un país que se precie, no puede regatear a sus habitantes algo tan esencial como la herramienta con que labrar el futuro.

Es sobradamente conocido el manifiesto que justificar su indignación, cuyo eje gira alrededor de inquietudes colectivas como son el desprestigio político, el creciente drama por los desequilibrios sociales o la marcada preocupación por la crisis económica creciente que vive el país, siendo meritorio por higiene democrática que a la vista del imponente panorama, rompan los muros del silencio y denuncien sin contemplaciones ni dependencias los factores causantes de una situación presidida por, la corrupción de la familia política, el constante saqueo de los banqueros y el detrimento creciente de los derechos fundamentales. Aspectos, que en su conjunto o por separado, colman los límites de la paciencia y propician que la crispación se apropie de plazas y calles como protesta a una situación insostenible, siendo sorprendente, que mientras esto ocurre, la clase política rueda por la cuesta abajo del desprestigio y haciendo caso omiso del mensaje toman el silencio por respuesta, mientras que electoralmente se enzarzan en prometer que harán, lo que ahora ni tan siquiera se prestan escuchar.

Si el silencio de unos resulta mal visto, también hay declaraciones que antes de hacerlas, el autor, debiera aprovechar la oportunidad para estar callado. Me vengo a referir a las manifestaciones del ex presidente, José María Aznar, quien de modo temerario, en vísperas electorales, de forma categórica, manifiesta que el 15-M, «no es más que un movimiento marginal antisistema , vinculado a grupos de extrema izquierda» para añadir a continuación, que su «representatividad no es importante».

Orina fuera de tiesto, quien sitúa despectivamente en la extrema izquierda, a los miembros de un colectivo por no tragar con los excesos de un sistema que no les reporta los mínimos que por derecho les asiste, resultando una indecencia que el autor de semejante estupidez, sea un galáctico con mayúsculas como el Sr. Aznar, quien aparte de su sueldo perpetuo de ex presidente del Gobierno, es receptor de ingresos o complementos variados, ya sea, como asesor externo de Endesa; consejero de News Corporation; consejero de Doheny Global Group; conferenciante de Washington Speaker Bureau o como escritor de editorial Planeta, actividades lucrativas suculentas que le producen la nada desdeñable cantidad de 1,5 millones de euros anuales.

Por consiguiente, al hilo del expuesto, además de una desfachatez es éticamente reprobable que el presidente de la Fundación de Análisis y Estudios Sociales (FAES), el think tank del PP, enarbolando semejante bandera , tenga la osadía de censurar a quien se muestran indignados por la eventualidad de su presente y el incierto de su futuro. Antes de emitir juicios de valor impropios, debiera considerar, que una sociedad que prima excesivamente el privilegio de sus cuantiosas actividades lucrativas, mientras regatea el elemental al resto de los ciudadanos, más que un régimen igualitario, moderno y democrático, todo apunta a pensar, que estamos en un país donde prima la ventajosa defensa de los privilegios de unos pocos, entre los que se encuentra este irreflexivo personaje.

Por tanto queda claro, que Aznar no está indignado