(Del Libro «La España de Picaporte»)
A diferencia de su antepasado aquel Duque de Alba mencionado con intencionalidad para inducir miedo a los niños en los territorios españoles de Flandes en tiempo en que gobernaban los Austrias y de la que Holanda conserva la autoría.
María del Rosario Cayetana Victoria Alfonsa Fitz-James Stuart y de Silva, Duquesa de Alba y Duquesa de Berwick. Nació en el Palacio de Liria (Madrid) el 28 de marzo de 1926. Hija de Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó Duque de Alba y Berwick y de María del Rosario de Silva y Gurtabay Marquesa de San Vicente del Barco fallecida cuando Cayetana contaba seis años. Es querida y respetada por los sevillanos. Siendo su presencia; excepcional conjunción, con el pueblo.
Fue la tercera mujer a dirigir la Casa de Alba en sus cinco siglos de historia. La aristócrata con más Títulos Nobiliarios. Veinte de ellos con Grandeza de España. La Reina Isabel de Inglaterra tenía que hacerle reverencia.
Estuvo casada en primeras nupcias con Luis Martínez de Irujo y Artacoz padre de sus seis hijos. Carlos, Alfonso, Jacobo, Fernando, Cayetano y Eugenia.
A la muerte de este casa con Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate editor literario; ex Jesuita.
Su tercer esposo Alfonso Díez Carabantes. Lo eligió la Duquesa: Nada impuesto. La diferencia de edad; clase social, transcendió que los hijos de la Duquesa intentaron imponer a su madre no casarse con él.
Noticia de portada y telediario continuo fueron el sí o no del enlace.
Amarrado por los hijos el Patrimonio de la Casa de Alba; (una herencia mínima de tres mil millones de euros entre obras de arte, joyas, terrenos agrícolas, valores bursátiles castillos, palacios y cincuenta y un títulos nobiliarios) fueron repartidos (según cuentan) en vida por la Duquesa y puesta firma de Alfonso Díez Carabantes de no reclamar derecho alguno a la muerte de su esposa.
El patrimonio personal de la Duquesa podría ascender a unos mil millones de euros. Divididos en tres partes iguales: la legítima, la de mejora y la de libre disposición.
Es suposición de neófitos que no puedan quitarle el título de Duque Consorte viudo de Doña Cayetana XVIII Duquesa de Alba a Don Alfonso Díez Carabantes.
En el Libro “Lo que la vida me ha enseñado” alude la Duquesa los tres años de ruegos, lágrimas, luchas y gritos sufridos para poder casarse con el último amor.
Tres años de dura continencia verbal para quien compartía vida con Cayetana.
Grande de España. Grande de corazón y largueza.
En “la Libre Disposición” no se la tiene por persona que haya dejado en la estrechez a quien ha sido su paladín. El nuevo Duque de Alba debiera tener al igual que el resto de hermanos y familia además de respeto (del que no se duda) el apoyo total para quien supo hacer feliz a su madre.
Felicidad. Una búsqueda encontrada que La Duquesa supo aprovechar hasta el final de sus días.
Dos pequeños apuntes:
-En la mejana de Osera de Ebro recordaban los más mayores haber visto en periodo vacacional a la entonces niña Cayetana (siguiente en línea sucesoria Marquesa de Osera).
-Entre las decenas de tarjetas a la venta en un mercadillo zaragozano; una de ellas dibujada y firmada con Cayetana. Avispado el joven comprador de curiosidades; hizo llegar fotocopia a la Duquesa preguntándole si recordaba haberla pintado. ¡El sí! Le recorrió cual escalofrío.
Todo llega y acaba. El recorrido es lo que cuenta. Una Duquesa; la de Alba que nació madrileña pero tuvo duende y alma sevillana.
Veinte de noviembre de 2014 María del Rosario Cayetana Victoria Alfonsa Fitz-James Stuart y de Silva, Duquesa de Alba y Duquesa de Berwick fallecía en el Palacio de las Dueñas en Sevilla.
Cuentan en editorial; que estaba rodeada de su esposo y de toda la familia.
Lo que no dicen ni se preguntan cronistas; si merodeaba la sala don egoísmo y doña intransigencia a fin de cobrar cuenta a quienes tan mal lo hicieron en otros tiempos.
Quienes siendo los más próximos; hicieron pasar por la tristeza en su madurez a Doña Cayetana.
Don Alfonso Díez. La Duquesa de Alba siempre Doña Cayetana.
La tarde de Sevilla tiene olor a incienso.
A la tarde de Sevilla le falta su gracejo.
Duerme Doña Cayetana la justicia del tiempo.
Carmen Amigó y Pérez-Mongay