(Del Libro «La España de Picaporte»)
GINO BARTALI.
A su muerte en el año 2000 la verdadera misión de Gino Bartali; seguía desconocida.
Misión de humanidad a la que se dedicó durante la II Guerra Mundial. Una guerra que tuvo a su país en conflicto alemán.
Bartali. Un corredor. Un ciclista único. De una generosidad difícil de igualar.
Bajo la apariencia de entrenarse a bordo de sus dos ruedas y en su complicidad; llevaba documentación que ayudó a salvar a cientos de judíos a salir de Italia.
Uno de los grandes mitos del Deporte que fue tachado en su momento de ser hombre de Mussolini guardó durante sesenta años su secreto llevándoselo a la tumba.
La casualidad llevó a descubrir al verdadero Gino Bartali en toda su condición humana.
Gino Bartali había nacido el 18 de julio de 1914 en la Toscana. Su familia trabajadores del campo. Y Gino… Colocado por su Padre en un taller de reparación de bicicletas.
El dueño del taller le regaló a Gino una bicicleta y le animó a entrenarse. Las escarpadas carreteras del entorno hicieron de espacio natural a su entrenamiento.
Bartali pasó a ser considerado en momento de contienda el ciclista del Régimen del Duce. Pues Mussolini tenía puesto empeño de que ganase para Italia el Tour de Francia ya que contaba el corredor con el Giro ganado en 1936.
A pesar de que en 1937 una caída de gran altura vino a frustrar su intento en el descenso del Col de Laffrey yendo a caerse por un puente. Aquel accidente de escarpe no hizo que Bartali desistiese de continuar en su máquina. Visto desde altura; sus compañeros temieron lo peor para el ciclista que había ido a parar al lecho de un riachuelo. 1938 le conduciría a conseguir el sueño de Mussolini.
Sus convicciones religiosas eran tan fuertes que le habían hecho ganar el sobrenombre del “Monje Volador”.
La II Guerra Mundial impidió que Gino Bartali labrase su palmares.
Lo que nadie imaginó es que aquellos años oscuros de gloria según estimaron algunos; uno de los símbolos del partido nacional fascista era en realidad, uno de los personajes claves de una organización que se dedicaba a salvar la vida de los judíos italianos a los que los alemanes querían enviar a sus hornos crematorios.
En los Conventos y Monasterios la red organizada por Giorgio Nissim con el apoyo de varios Arzobispos; se dedicaba a la elaboración de pasaportes y documentación para salvar a Judíos. Cientos de Judíos. Se dice de más de ochocientos.
Gino Bartali jugandose la vida transportaba dichos documentos aun pensando que en cualquier salida y cruce podían pararle y tener una sorpresa desagradable.
Gino Bartali continuó sus entrenamientos por la carretera de la Toscana o Umbria sin que nadie llegase a suponer que en el cuadro de su bicicleta o bajo el sillín transportaba documentos y pasaportes destinados a los judíos que se escondían en algún Monasterio Italiano.
Durante los años 1943 y 1944 el corredor Toscano se dedicó a ello sin que nadie lo delatase.
Pese a la Guerra; el Corredor no levantó sospecha. Cuando se encontraba con una patrulla alemana les decía “Sigo trabajando para las carreras que vendrán después”.
La Guerra acabada aquellos entrenamientos le valieron para conquistar en 1946 el Giro de Italia y en 1948 el Tour de Francia.
Bartali se retiró a su tierra Florencia. Y durante los años que vivió; nunca dijo nada de su trabajo para salvar a los Judíos. Fueron décadas de posible sufrimiento así como de satisfacción personal las que llevó encima con la etiqueta nada correcta de haber sido el ciclista de los fascistas. Tal era su bonhomía que no le importó.
En el año 2003 los hijos de Giorgio Nissim encontraron un viejo diario de su padre en el que daba detalles de la forma en que funcionó la red clandestina dedicada a conseguir documentos que salvasen las vidas de Judíos.
Minuciosamente viene explicando dicho diario los viajes que realizaba Bartali. Los kilómetros que recorría. Los documentos que escondía en su bicicleta y sobre todo su abnegada dedicación a la causa.
Los Nissim sacaron a la luz lo que su Padre escribió y a partir de ese instante (muy tarde) comenzaron a encontrar sentido a los entrenamientos que Bartali realizaba en una época de guerra que prohibía correr en bicicleta.
Gracias a las piernas y el alma entregada de Gino Bartali aquellos cientos de personas que por ser Judíos iban a ser deportados a campos de concentración y posiblemente quemados; salvaron la vida.
Siempre en un lugar de la tierra habrá momento para el reconocimiento y homenaje.
Carmen Amigó y Pérez-Mongay