El pasado lunes CORREOS me sorprendió desagradablemente cuando, al recoger un giro exprés en metálico, me pidieron rellenar un formulario en el que preguntaban mi profesión y para qué pensaba gastar los 18 euros que me enviaba mi amiga.

Con la primera pregunta me quedé sorprendida, y con la segunda ya petrificada. Según la funcionaria que me atendió, estas preguntas sirven para controlar el blanqueo de capitales.

Vergüenza ajena, eso es lo que sentí. En primer lugar porque CORREOS participe de una violación de la intimidad de tal calibre, en segundo lugar, por lo absurdo de la justificación. No me imagino a los grandes estafadores del Estado mandándose giros postales entre ellos. Para eso ya están los sobres m los despachos inmaculados y los bancos en paraísos fiscales.

Sentí estar en un estado policial, en el que los ciudadanos honrados son controlados como posibles delincuentes, en el que se apunta al pequeño ciudadano con el dedo y se le somete a un férreo control, mientras que los ladrones de verdad están en la calle usando su bolígrafo o las leyes para atracar a los incautos.

Jamás pensé que volveríamos a esta vulneración sistemática de los derechos democráticos, sociales y nuestras libertades de expresión, donde se criminaliza al pequeño ciudadano y se libran de ser juzgados los poderosos. En esto se está convirtiendo nuestro estado de derecho, en un auténtico estercolero, eso sí, bajo ese gran paraguas que sirve de excusa para todo. La crisis, los recortes y el control ciudadano.