Cartas al Director

Harto de ser atacado sin aviso, harto de tener que salvar trampas, harto del reiterado asedio, harto en definitiva del estrés que supone la lectura de los diarios digitales, un campo lleno de minas , un territorio hostil del que es casi imposible salir indemne.

Ventanas emergentes, videos que activan el audio espontáneamente, pop ups que asoman insistentemente, mensajes que oscilan, permutan, aceleran y que distraen primero, molestan después y hastían a los pocos minutos.

Ese es el precio que tenemos que pagar por la gratuidad de los diarios digitales, aquellos que afortunados ellos tienen publicidad con la que financiarse. Pero así no hay quien lea tranquilo, quien pueda concentrarse con la debida atención, así sólo nos convertimos en devoradores de titulares y trituradores de imágenes y videos.

Hasta que algún día nos concienciemos de que el todo gratis es una fórmula de analfabetismo cultural y de que tenemos que acostumbrarnos a pagar por los contenidos que nos interesan, más allá de la tentación de las descargas ilegales o de la jungla en que se han convertido los digitales.

Eso, o el placer de leer un diario en formato papel, donde la publicidad acompaña pero no agrede, donde los anuncios se ven sólo si decides verlos y donde la lectura resulta un acto confortable y casi místico, aunque las noticias sean de ayer.