Dicho quedó que el hombre es un lobo para el hombre;  y que cuanto más gente conozco, más quiero a mi perro.

Pero algunas veces esas frases, se quedan cortas.

A los 8 de la tarde todo el mundo se asoma a sus balcones a aplaudir a los que están arriesgando sus vidas, por salvar las nuestras.

Hasta ahí bien.

Pero ahora me entero que algunos de esos aplaudidores, en privado, quieren echar de sus edificios a esos mismos que aplauden en público, por considerarlos un riesgo de contagio.

¡Malditos sean por siempre!

Rafael Bueno.

Córdoba.

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